Atracciones Feria - WEB 2023

Vaya al Contenido
Atracciones de la feria

Tradicionalmente la verbena incluía baile y tenderetes (puestos de comidas y bebidas típicas), y todo tipo de chucherías. A veces la organización de la verbena preparaba un concurso de bailes de la zona o de bailes llamados de salón.

Pocas cosas había que nos hiciesen más felices a los niños que escuchar de sus padres venga niño que nos vamos a la verbena. Las cosas en aquella época eran así, ir a la feria a montar en aquellas ingenuas y a veces toscas atracciones era una de las mejores aventuras que la vida infantil podía depararnos. En mi juventud íbamos a la verbena a montar en aquellas atracciones y te metías de lleno en un mundo de luces, sonidos, aromas y sabores que nunca se olvidan por muchos años que pasen.

Las sirenas estrepitosas (anunciaban el final o el principio de los viajes de la atracción), el olor del algodón de azúcar, el sabor de cocos frescos, las chufas y los altramuces sumergidos en agua, etc…,
 
no os pasa ahora mismo que lo recordáis todo?

y esos churros ensartados en junquillos verdes?
Algodón de azúcar americano

No hay feria que se precie sin un puesto ambulante que venda el rico y pegajoso algodón de azúcar. El algodón dulce es de las golosinas de verbena que más atraen a los niños. Por su tacto esponjoso, porque se funde en la boca, porque se puede comer a grandes bocados, que como lo hacías? (rasgando mechones de la madeja rosada y dulce).

Utilizando la energía centrífuga, la máquina conseguía girar rápidamente y derretir el azúcar, que salía en forma de finas hebras a través de unos pequeños agujeros hasta que su consistencia era esponjosa y suave, con cerca de un 70 % de aire.
Helados de la feria

Inevitable resulta el echar un vistazo a la carta de entonces y ver los 3 tipos de helados que se consumían:

  • polos de leche (vainilla, chocolate y fresa)
  • polos fantasía  (limón, fresa, menta, plátano y naranja)
  • polos largos de leche  (vainilla, chocolate y fresa)

Sin duda unos sabores mucho más clásicos y sencillos que a los que podemos optar en la actualidad. Con este agradable recuerdo, con el que me temo que todos nos vamos a sentir identificados, vamos a dar por estrenados los meses del estío.

Fueron aquellos carritos pintados de blanco los que nos aliviaron de los rigores de las altas temperaturas. A las puertas de los colegios, o de cualquier espectáculo como fútbol, toros, cines de verano o paradas de coches de línea, hacía acto de presencia desde la primavera la impoluta figura del polero (siempre vestidos de blanco), también denominado el chambilero.

Su producto siempre ha sido muy demandado por los más jóvenes, debido a ello los polos, helados de corte y chambis llegaron a tener un concepto casi didáctico. Existieron polos con sabores inolvidables, entre ellos los clásicos de limón, naranja, fresa y chocolate (los que nos tintaban la lengua con idénticos colores).
Los Carruseles o tiovivos

Los carruseles o caballitos o tiovivos como los conocíamos entonces eran una de las Atracciones más representativas de las ferias, uno podía sentarse allí al volante de un coche de bomberos o de una ambulancia, incluso de una diligencia sujetando las riendas de los caballos mientras dabas vueltas tranquilamente y saludabas a tus papis cada vez que el carrusel daba una vuelta completa.

Las motos tampoco estaban nada mal y los aviones y las naves tenían su aquél, pero los camiones de bomberos con aquellas (campanitas y escaleras cromadas)… eran lo más! y venga a pulsar los botoncitos de los coches, menudo guirigay…

Cada caballito llevaba grabado su nombre siendo Babieca y Rocinante los más solicitados. Primero te montabas sujetándote tu padre, que el pobre acababa todo mareado de tanta vuelta, y cuando ya te dejaban montarte solo te sentías el mas mayor.

En el interior del tiovivo había cochecitos y otros animalitos que no se elevaban del suelo, nuestro favorito era aquella cazuela caníbal que tenía un volante para dar vueltas.

Carreras de caballos y vespas.

Eran una atracción más de las barracas o casetas de feria. Se disponían en un graderío desde arriba hacia abajo, (solían ser 12 o 14 jinetes montados a caballo), o bien (nómadas sobre camellos), que estaban conectados a una máquina de pinball donde la bola de acero una vez impulsada, contactaba con unas setas o bumpers, haciendo que el caballo o camello avanzara un espacio corto, así hasta conseguir llegar a la meta y el 1º en alcanzarla, era el caballo vencedor y a cambio, ganaba un regalo como premio.

Casetas de tiro

Por supuesto, no nos olvidemos de las casetas de tiro dónde nos creíamos mayores disparando a palillos, bolas de chicles, etc... ¿quién no tiene de recuerdo una fotografía del momento de disparar a un palillo?

Ya conocéis el dicho de falla más que una escopeta de feria (no sabemos si las armas estaban trucadas) y, si hacéis caso de él, nunca intentaréis partir el palillo. Sí, los objetos que serán nuestro premio están pinchados en palillos planos de los de toda la vida que son a los que hay que apuntar para romperlos y hacer que el premio caiga. Ahora hay también un sistema por el que la escopeta expulsa unas bolitas que dan directamente en el premio, que ganas si logras tirarlo al suelo (ya no hay palillos).

Nos sigue extrañando ver a niños echarse la escopeta al pecho y apoyarla en el hombro casi con soltura (y eso que a esto hemos probado suerte infinidad de veces en nuestra infancia). Las armas con el tiempo estaban un poco desviadas (cañon), creemos realmente que triunfos hay pocos.


Coches o autos de choque

Una de las atracciones estrella de las ferias eran los coches de choque… a ver… ¿quién no se ha dejado casi los piños (dientes) en uno de aquellos choques frontales con otros coches ya que carecían de frenos?.

Por su música, por las chispas que desprendían en el techo, por el ruido del taconeo en la plataforma metálica que lo rodeaba, porque uno podía conducir y el otro pisar el acelerador, porque se ligaba y porque todos nos hemos llevado algún golpe de recuerdo.

Para arrancar había que meter las fichas redondas en la ranura (compradas antes en la taquilla), primero eran metálicas, después de plástico.

Los autos de choque eran, sin duda, la atracción más mítica y nuestro centro de reunión en las ferias de aquella época. Siguen existiendo, pero os garantizo que ya no es lo mismo.

Embistiendo en aquellos primeros años de adolescentes a los coches de las chicas, ¿cuantas fichas y duros habremos dejado en los autos?, todo un clásico de la feria con sus grandes pistas y su multitud de coches chocando unos contra otros y que además permitían montar a quien quisiera sin importar ni la altura ni la edad. Yo montaba con un amigo, uno conducía y el otro pisaba el acelerador. Una peculiar sirena avisaba que había finalizado nuestro turno.

Cómo envidiábamos a aquel hombre que corría por la pista apartando los coches que acababan su viaje y qué rabia daba que se te subiese en el tuyo. ¿y las chispas que soltaban los troles en forma de gancho en la malla metálica del techo?.
Tren de la bruja

El tren de la bruja era de lo más divertido que había en la verbena. Probablemente sea la atracción que más ha cambiado en todo este tiempo y no consigo entender como se está perdiendo la que era la más mítica de todos los niños. Pero me refiero al que daba miedo de verdad porque la bruja te pegaba con fuerza con la escoba, te amenazaba con un tridente y acababas calado de agua, porque aquel personajillo se colgaba del tren y salía cuando menos te esperabas y sabías que en cualquier momento aparecería sobre tu cabeza en aquella ventanita. Lo peor era estar un rato sin verla y que tocara entrar en aquel terrorífico túnel oscuro. Una auténtica pesadilla.

Íbamos a ver los escobazos de la bruja a uno de los clásicos de las verbenas de mi época. Viajábamos en un trenecito por un túnel y cuando menos te lo esperabas aparecía una bruja (armada de pequeñas escobas) empeñada en sacudirte con ellas a la más mínima oportunidad.

Lo que más recuerdo de esta atracción es lo asustados que estábamos de aquella bruja que nos intentaba pegar con la escobilla… y que cuando el tren entraba en la zona oscura del túnel aún nos asustaba más ya que no sabíamos por donde iba a aparecer. Con el tiempo ya intentábamos arrancarle las escobas a la bruja para conseguir un viaje gratis. Sin ese toque terrorífico también había otras atracciones muy destacables como las del laberinto de los espejos.

La Noria

Una noria de feria o rueda de Chicago, rueda de la Fortuna, rueda moscovita, es una atracción de feria o de Parque de Atracciones consistente en una(rueda gigante en posición vertical con góndolas, cabinas o simples asientos), que funciona girando (mediante un mecanismo o motor) alrededor de un eje horizontal perpendicular al plano de la rueda.

Sillas voladoras

Después de montarte en las cadenas del tiovivo, y ahora en las sillas voladoras, el columpio del parque ya no tenía ningún sentido. Aquí nuestra única preocupación era que se nos cayera el zapato y es que teníamos la sensación de que estábamos volando a cientos de metros del suelo. que inocencia!
Las Barquillas

La barca o barquilla estaba sujeta al eje y los que subían competían por ver quién volaba más alto. El encargado de la atracción daba el primer empujón y el resto era cosa de sentido común e inercia.
El Látigo

En los tramos rectos no pasaba nada, pero al llegar a las curvas, el látigo alcanzaba una velocidad a la que en aquel momento no estábamos acostumbrados. Es una de las atracciones que hoy en día están prácticamente desaparecidas y para muchos seguro que era nuestra favorita. Yo si me encontrara una no podría resistirme a montarme otra vez.
Aviones voladores

Si hay algo que me gustaba especialmente de estas atracciones, era la fuerza centrípeta, sobre todo en el momento donde la atracción cogía máxima velocidad, pero sin elevarse. Creo que es la única atracción donde al acabar el viaje y salir del vehículo he tenido que apoyarme en la barandilla para no caerme al suelo.
Gusano loco

La espectacularidad del gusano loco residía en que a mitad del viaje un gran toldo cubría todo el tren de las cacerolas y te aislaba del exterior, mientras el trenecito continuaba a toda velocidad con sus pequeñas subidas y bajadas.

Corría la leyenda de que a una chica se le enganchó la melena en los hierros que sujetaban el toldo, pero esta misma historia la oímos más tarde de la noria y otras atracciones. Por si acaso, sujetaros bien el pelo.
La Ola

Era una atracción circular, como el gusano, pero los asientos subían y bajaban, como una ola, a una velocidad que parecía de vértigo con un ruido infernal pues la plataforma estaba hecha de tablas. Para dar mayor emoción y peligro a la cosa, había unas cacerolas circulares o biombos que, al tiempo que se desplazaban, podían girar con la consiguiente emoción para los que allí iban. No era una atracción para niños, era para los mocitos y mocitas, novios o no, a los que más les gustaba el trajín y el meneo y los achuchones y lo que encartara, durante el tiempo que la cosa giraba, subía y bajaba.
Montaña rusa

Una montaña rusa es un tipo de atracción consistente en unas vagonetas sobre un sistema de raíles, que forman una o varias vías que suben y bajan en circuitos diseñados específicamente para estos menesteres. Por esos raíles se deslizan trenes (vagonetas), a su vez formados por vagones, en los cuales viajan los pasajeros convenientemente sujetos. Los trenes generalmente ascienden las subidas mediante una cadena o un cable movidos por un motor y luego descienden por efecto de la gravedad, provocando una aceleración con el objetivo de divertir y asustar a los pasajeros. En el descenso puede haber una o varias inversiones.
Tobogán y alfombra mágica

La alfombra mágica, consistía en un conjunto de toboganes metálicos serpenteantes por donde los usuarios se tiraban utilizando una alfombrilla de estera. El acceso a la instalación se encontraba en la parte más baja del tobogán, donde se encontraba la escalera que permitía subir a la atracción.

El recorrido, que incluía 3 desniveles hasta llegar a una enorme colchoneta donde te frenaba. Se podía bajar en solitario o en pareja, siempre que el niño fuera sentado delante entre las piernas de la persona. Los grupos de amigos solían retarse entre ellos para ver quién llegaba antes hasta el final.
Muro de la muerte

La base del wall of death es que las motos cogen cada vez más velocidad y altura hasta rodar completamente perpendiculares al suelo, lo cual es visualmente muy impactante. Existen variantes que pueden incluir un looping o un sistema de poleas que eleva la pista en el aire mientras los pilotos corren por su interior. Sin embargo, y pese a su espectacularidad, no es una disciplina especialmente peligrosa si se cuenta con el entrenamiento adecuado por parte de los profesionales que la practican. La clave está en aprovecharse de la fuerza centrífuga, ser capaz de soportar los efectos de la fuerza G en el cuerpo y rodar siempre a la velocidad justa.
Pruebas de fuerza

Otras atracciones permitían probar la fuerza física como era el martillo de fuerza en la que los más macarrillas solían probar su testosterona o fuerza bruta con la maza de golpear. Y como no, los practicantes al boxeo con el puching bag.
Torpedo explosivo

Había una atracción con una especie de torpedo explosivo con el que se probaba la fuerza. Era una copia de un zepelin de bronce que explotaba al conseguir llegar arriba después de darle un buen empujón.
Laberinto de espejos

Un laberinto de espejos es una atracción tradicional en ferias y Parques de Atracciones. El objeto del juego consiste en encontrar la salida de una sala donde se ha dispuesto un recorrido más o menos enrevesado, rodeado de grandes espejos. El reflejo de unos espejos en otros distorsiona la percepción del espacio, haciendo que el visitante se desoriente por completo y a veces incluso llega a cambiar la forma de tú cuerpo en el reflejo.
Atracciones diversas

Me podía haber olvidado de estas otras atracciones que también quiero plasmar en esta página.
La tómbola

De niños, a finales de los 60 y a primeros de los años 70 disfrutábamos de las barracas por la tarde. En aquel tiempo de nuestras vidas era imposible sustraerse a la vigilancia paterna, te dejaban subir a los caballitos, dar muchos paseos por el recinto de la verbena, comprar algún dulce como el típico algodón de azúcar, las manzanas caramelizadas, unos polos de helado, algún gorro de seda o alguna trompetilla festiva, los barquillos y la esporádica tentativa a la suerte en la tómbola.

Las tómbolas eran unas de las atracciones que no podían faltar en estas ferias, siempre tocaba algo y no había persona que se fuera a casa sin el peluche de regalo. Eran muy variados los regalos que se repartían entre los que compraban los boletos. Aún resuena en mis oídos el vozarrón del locutor de la tómbola con su micrófono en ristre diciendo qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto! o este otro y mira la chochona, qué guapa la chochona!.

En esos años la tómbola era una de las atracciones más populares que hasta llegó a definir a un mal conductor con dichos como a ése le han dado el carné de conducir en la tómbola!.

Las tómbolas con su música jaranera y la clásica verborrea atronaban el espacio la que siempre toca, si no un pito una pelota!. Célebre fue el año de las chochonas y no menos recordados los años de las asociaciones femeninas parroquiales (de acción católica y posiblemente también estuviera implicada la sección femenina de la falange) que se embarcaron en la tarea de montar su propia tómbola en beneficio de los pobres con un único tipo de premio: muñecas, muñecas y más muñecas que todas las chicas y mujeres del pueblo se habían previamente encargado de vestir cada una de la mejor manera que pudo y siempre tratando, sin duda, de ser la que mejor lo hiciera.

La gente compraba boletos y esperaba con ansia ver si les había tocado algo, yo creo que aquellos jamones y todos los regalos buenos eran añejos ya. Nunca vi a nadie ganar uno de ellos, como máximo te podías llevar un peluche enorme, eso sí, el recinto de la tómbola lo dejábamos perdido con los restos de los sobres ya abiertos y de boletos de colores no premiados.
Teatro chino de Manolita Chen

Había otros espectáculos que se situaban en el recinto ferial pero algo más apartados del resto como fueron los teatros de feria de varietés.

Entre los teatros de feria de varietés estaban (el Lido) o el teatro portátil (de Manolita Chen) con espectáculos picantes de varietés no aptos para niños. Durante varios años el Teatro Chino de Manolita Chen fue un clásico en las ferias y fiestas de muchos pueblos y ciudades españolas, este tipo de teatros conocido como el cabaret de los pobres, fue un entretenimiento barato que sobrevivió al paso a la modernidad hasta el final de la década de los 80. Manolita Chen fue la figura más reconocida de ese mundo de sobreentendidos, descampados y sal gorda...

Al frente del mismo teatro como también muchos recordarán estaba Manolita Chen, o sea, Manuela Fernández Pérez fallecida en enero de 2017 a los 89 años de edad en la residencia de Espartinas (Sevilla) en la que vivía. Una vedette metida a empresaria que tomó su exótico apellido de su marido Chen Tse-Ping (un súbdito chino) especializado en el lanzamiento de cuchillos con el que se casó con solo 17 años.

Después de 3 años trabajando juntos en el Teatro Circo Price fundaron en 1950 el Circo Chino Chekiang (luego Teatro-Circo Chino y finalmente Teatro Chino de Manolita Chen). Un original y exótico teatro ambulante que combinaba (circo, revista musical y espectáculo de variedades) y que hasta 1986 fecha en la que desapareció recorrió cada rincón del país, como en un interminable viaje a ninguna parte, llevando un espectáculo algo surrealista al que no le faltaba casi de nada, de hecho, como quizá algunos recuerden en los carteles que anunciaban su llegada a la localidad correspondiente rezaba eso de:

Teatro Chino
compañía de galas orientales
50 artistas internacionales
15 atracciones, circo y variedades
20 bellísimas bailarinas.

A todo lo cual solía añadirse la promesa de ofrecer piernas, mujeres y cómicos para todos ustedes simpático público.

Eran los años 60 cuando en su cometido de supervedette animaba a la numerosa clientela con atrevidos cuplés burlando a la censura, aunque de vez en cuando les cayera algún multazo. Los títulos de sus estrenos no dejaban duda alguna del contenido de sus letras (arrímame la estufita, qué justito me entra, etc …)… y cosas por el estilo.

Pero llegó el día ya en tiempos de la transición que Manolita Chen fue la primera en montar un número lésbico para rizar el rizo del erotismo en la frontera con el porno porque había que calentar a la parroquia que ya en los años 70 no llenaba tanto su negocio ya que empezaba a proliferar el cine del destape y le hacían mucha competencia.

El Teatro Chino de Manolita Chen dio muchas oportunidades a jóvenes artistas que andando el tiempo serían grandes figuras, casos de Pajares, Esteso y también Marifé de Triana, Antonio Molina, El Fary y así se recogió al entrevistarlos que la vida era dura bajo la carpa, que eran muchas funciones las que hacían pero que tenían la comida asegurada e iban aprendiendo su oficio incluso hasta el famoso Bigote Arrocet.
Regreso al contenido