Vivir en la Arganzuela
Después os iré enseñando algo sobre el Paseo de las Delicias, pero ahora comenzaré a contar mis vivencias sobre aquella casa de mis padres, que en esos años fue un verdadero paraíso en el que crecí y viví (y que en mi interior nunca morirá).
Un recuerdo que pervive en mi memoria es el de subir andando con 5 añitos desde la casa en que vivíamos en la calle Alicante en la glorieta Mariana de Jesús hasta nuestra futura casa sita en el Paseo de las Delicias nº 63-D y subir al 1er piso para ver cómo era nuestra nueva casa.
Después de recorrerla con algarabío junto a mis hermanas, pude bajar a la calle a empezar a conocer a los niños que serían mis futuros amigos del barrio. Contacté con algunos de ellos y subimos a ver las obras de ampliación del 4º piso del 1er bloque en el interior del recinto.
Ahora me pongo a temblar de lo que me hubiese podido ocurrir ya que nos pusimos a jugar entre las vigas del tejado a medio construir, menos mal que un guarda jurado de la barriada (sr.Heraclio) se percató y subió a echarnos de las obras con cajas destempladas.
Solar y construcción viviendas ferroviarias
Viviendas de Renfe en el Paseo de las Delicias nº 71
En los años 40-50 del siglo XX se realizaron en una finca propiedad de la Renfe (128 viviendas para ferroviarios), concretamente en el Paseo de las Delicias nº 71 (actual nº 63), en principio en régimen de alquiler, con una renta mensual de entre 100 y 250 pesetas.
Se creó un conjunto de bloques de viviendas para los empleados de la Renfe situadas junto a la entrada de la estación de Renfe de Madrid-Delicias.
La tipología era la de un bloque perimetral (en U) y una zona central (2 bloques paralelos) que eliminaban la necesidad de patios interiores y generaban espacios intermedios con arbolado (a este recinto los chavales lo llamábamos el patio).
Los bloques con la fachada al Paseo de las Delicias y a la calle Párroco Eusebio Cuenca tenían mayor altura, con un piso bajo y 7 plantas, mientras que los bloques interiores tenían un piso bajo y 4 plantas.
Este grupo de viviendas las realizó el arquitecto Fungairiño en 2 fases, abarcando desde el año 1946 hasta 1956 en las que intervino el INI. Fueron construcciones de nueva planta que propuso en su día el plan de Pedro Bidagor de 1941 aunque aprobado en 1946.
Fiestas en mi barrio
Hubo una etapa de mi niñez del 54 en que ejercí en ocasiones de monaguillo, ayudaba a misa al cura del barrio Don Antonio Astillero Bastante (Deán de la Catedral de la Almudena y vicario de actos públicos del Arzobispado de Madrid) al que recuerdo siempre organizando catequesis o fiestas en el barrio ferroviario.
A los chavales nos hacía participar en numerosos eventos como los vía crucis de Semana Santa con cruces incluidas que llevábamos a cuestas, carreras de sacos, actuaciones de magos, piñatas en ollas de barro llenas de caramelos y carreras de bicicletas con cintas de colores con anillas y atadas a un cable dónde había que meter el palillo por la anilla y así ganar el premio.
Pero lo más divertido era la cucaña, que era un tronco alto, liso y engrasado dónde solo los mozos más mayores intentaban sin resbalarse subir hasta lo más alto y el que lo conseguía se llevaba un pollo vivo o un jamón, o el premio que pusiesen ese año...
Al amanecer una banda recorría el barrio tocando a diana para que los vecinos estuvieran puntuales a las 10:00 en la misa oficiada por el párroco Don Antonio. A las 17:00, se celebraba una procesión por todo el barrio (acompañada con un piquete de la Benemérita).
A los bailes, cucañas, carreras de cintas, concursos de balcones, dianas gigantes y fuegos artificiales, siempre les acompañaron las procesiones presididas por las autoridades o las demostraciones caritativas, como la tradicional comida para niños pobres en el Instituto del Pilar.
¿Como conseguir combustible?
En mi casa durante el invierno pasábamos parte de nuestro tiempo en la cocina alrededor de una cocina de carbón dónde mi madre preparaba las comidas. Había un enorme depósito de agua encima de la cocina que nos servía para poder ducharnos con el agua caliente que nos proporcionaba el carbón de la cocina. Debido al frío que se pasaba, mi padre compró una estufa salamandra y la instaló en el salón, de esta manera ya teníamos muy buena temperatura por toda la casa.
Ni que decir tiene que pasé el bachillerato elemental haciendo los deberes en la cocina de mi casa con mi madre friendo las croquetas o haciendo la tortilla de patatas. Con la ventana abierta aunque fuera invierno para que saliera el humo tanto de la sarten como del carbón que alimentaba la cocina.
Mientras en la radio sonaba: La Sociedad Española de Radiodifusión, por su cadena de ondas propias y asociadas presenta un arrabal junto al cielo de Guillermo Sautier Casaseca con el cuadro de actores de Radio Madrid: Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Juana Ginzo, Matilde Vilariño, Teófilo Martínez, etc ... Cuándo terminaban los seriales radiofónicos de los mayores, nosotros los niños nos poníamos a escuchar en la radio las aventuras de Diego Valor.
Mucha gente dispone hoy en día de calefacción en sus casas pero en aquella época lo usual era tener una buena estufa catalítica de gas butano y punto. Por supuesto que en casi todas las casas la estufa se colocaba en el salón comedor donde la familia pasaba más tiempo, pero como una sola estufa era insuficiente para calentar todo un piso lo normal era cerrar la puerta del comedor y aislarlo del resto de la vivienda con lo cual creabas una temperatura muy alta en la pieza mientras el resto del piso estaba directamente helado...
El hacer una excursión al lavabo era como salir de expedición a la Antártida por no hablar de la combustión del butano que, sumado a la intensa neblina de los cigarrillos Ducados de mi padre creaban una atmósfera enrarecida y algo baja en oxígeno que te sumía en una deliciosa somnolencia mientras veías la tele a oscuras por la noche.
La bombona naranja de Butano
Pues era bien simple, el butanero pasaba varios días a la semana, en concreto en nuestro barrio la llegada del butano se anunciaba con un ensordecedor entrechocar de bombonas vacías. Al oír el estruendoso campaneo salían todos los vecino/as a las ventanas, balcones y terrazas: Butanooo, una al 4º piso 1ª dcha o Butanooo, dos al 5º piso gritaban las mujeres.
Siempre fue un misterio para mí cómo aquellos fornidos butaneros podían memorizar todos los pedidos. Cuando llegaban a tu casa tenías que pagarles la bombona más la propina que se incrementaba proporcionalmente al piso que tu vivienda ocupaba en el edificio, luego le quitaba el tapón negro a la bombona llena y se lo colocaba a la vacía que se llevaba.
Qué tranquilidad te daba el tener de nuevo en la casa las bombonas llenas otra vez… Si alguna vez el butanero no pasaba el día habitual la sensación de inseguridad y zozobra en el vecindario era general y es que dependíamos totalmente de aquellas entrañables y rechonchas bombonas naranjas para nuestra sencilla vida diaria…
Conservación de alimentos
En la cocina teníamos una nevera de esas que había que meter el trozo de hielo por una puerta en la parte superior para conseguir mantener en perfecto estado los alimentos que necesitaban refrigeración, de hecho, teníamos que ir a diario a comprar el trozo de hielo.
Recuerdo ese olor permanente a amoniaco cuando iba a la fábrica de hielo, veía como agarraban con un garfio unas enormes barras de hielo, te partían un pedazo y te lo echaban en un cubo que llevabas a esos efectos, después había que volver muy rápidamente a casa para evitar que el hielo se derritiera por el camino.
Las neveras tenían la particularidad de que no eran eléctricas, simplemente eran unos armarios de madera con una capa de corcho intermedia y unas puertas con juntas de goma para hacerlas estancas, generalmente por dentro estaban forradas de zinc y tenían algunas estanterías.
Estas neveras, tenían un compartimento en la parte superior para meter el trozo de hielo y una puerta que daba acceso a la cámara donde se guardaban los alimentos, en la parte inferior tenían un cajón bastante grande donde se acumulaba el agua del deshielo, también solían tener un grifo para poder beber agua fría del susodicho deshielo.
El funcionamiento era muy simple, se compraba un trozo de barra de hielo (yo iba a comprarlo a la fábrica que había en la calle Batalla de Belchite frente a la cárcel de mujeres de Yeserías) y lo metía en el compartimento superior de la nevera, durante el día se iba descongelando y los alimentos se conservaban fresquitos, al día siguiente había que vaciar el cajón del agua donde se recogía lo que se iba derritiendo.
En esos tiempos y debido a la escasez de espacio en la nevera, se compraba solo lo que se iba a utilizar en el día, yendo a los ultramarinos y al mercado de abastos a comprar solo lo necesario.
Día a día en invierno
Como decía antes, la vida transcurría en la cocina durante el invierno y en las ciudades frías como Madrid la protagonista era esa zona caliente debido al carbón con que se encendía la cocina.
La familia desayunaba, comía, se hacían los deberes, se cosía, se oía la radio, se leía el periódico, se bañaba a los niños usando un barreño de zinc o si no en la misma pila de lavar. También se cenaba y se hablaba de lo acontecido durante la jornada.
A diferencia de los aparatos convectores actuales, el fuego de la cocina de carbón hacía ruido pero era muy agradable oír el crepitar de las astillas y el carbón en la lumbre (el carbón y astillas se guardaban en la carbonera del balcón que daba al patio). Uno podía dejarse caer en cualquier dulce ensoñación mirando fijamente el rojo suave que se entreveía entre las arandelas de la placa de la cocina y poner trozos de pan para tostar que eran una delicia.
Por estas razones, desde muy temprana edad me vienen muy buenos recuerdos de la música de aquellos tiempos, o sea, las que oía en mi casa mientras mi madre estaba en la cocina ya que mientras jugábamos oíamos en la radio aquellas radio novelas con sus efectos especiales que nos hacían sentir que estábamos viviendo esas historias.
Las más famosas eran Ama Rosa o Matilde, Perico y Periquín, etc ... También tengo buenos recuerdos de los productos del día a día como alimentos, utensilios que se usaban en las casas, etc...
En verano a la calle
En verano la vida transcurría por otros derroteros, el protagonismo social se desplazaba hacia los amigos, estar con ellos en la calle hasta bien entrada la noche mientras nuestros padres nos esperaban sentados a la fresca en las aceras delante de las casas a que volviéramos a media noche...
Imágenes de la niñez
Me voy a permitir hacer una exposición de los elementos decorativos de un hogar de los años 50, 60 y 70, y es que existen tantos elementos de hogar que forman parte de nuestra vida cotidiana que en una sola exposición me parecía demasiada información visual, además como ya os he comentado, en mi caso, existían diversos tipos de decoración en los hogares de mi infancia...
Como ya he dicho también en alguna ocasión todas las imágenes mostradas son de elementos reales de la época no reproducciones o reediciones de la actual tendencia vintage.
La mayoría de fotografías incluidas en esta página son de elementos prácticamente idénticos a los que formaban parte de mi infancia en los años 50, 60 y 70, posiblemente los que leáis o veáis esta página no asociéis ciertas imágenes a vuestra niñez ya que cada casa tenía su propia idiosincrasia...
Vamos pues con más información gráfica de los hogares de los años 60 y 70...
Muebles de formica
Los muebles de formica estaban fabricados con un laminado de alta presión que buscaba un sustituto para la mica (en inglés: for mica) como material aislante. La formica desde su llegada a Europa a nivel mobiliario pasó a formar parte de la decoración de la mayoría de hogares debido a su económico precio y gran durabilidad.
La cocina se solía amueblar al completo con muebles de formica además de alacenas y mesas con sillas, por supuesto, todo en formica.
Menaje de las cocinas
Electricidad en los hogares
En los hogares de los años 60 y 70 la potencia eléctrica habitual era de 125V (voltios). Con la llegada de electrodomésticos de mayor potencia eléctrica 220V (voltios) empleábamos transformadores o adaptadores para adecuar dicha potencia, además no existían los contadores eléctricos con diferencial sino que dichos contadores eran controlados con fusibles o coloquialmente llamados plomos...
Cuarto de baño y aseo
Para los cuartos de baño debido a la moda se compraban diferentes tipos de jabones, pero más bien era por las fragancias que nos hacen a día de hoy recordarlas porque como he dicho anteriormente, la memoria olfativa es la que más persiste y te lleva a revivir diferentes momentos de tu vida.
Productos para el aseo
El perfume antaño era algo poco importante, antes había que comprar bienes de primera necesidad, por eso el mejor regalo que se le podía hacer a las madres era un perfume.
Mis recuerdos de mi madre eran los olores a Tabú de Dana, también olía a sus cosméticos de Maderas de Oriente. .Mi padre por supuestísimo era fiel a su colonia y masaje facial Floid y Varón Dandy.
Aunque esas fragancias todavía se siguen vendiendo por algunas tiendas, ya no son lo que eran. Van desapareciendo por muerte natural de sus usuarios y ante eso no podemos hacer otra cosa que evocar nuestros recuerdos, porque dicen que la memoria olfativa es la que más persiste y te lleva a revivir diferentes momentos de tu vida, es el sentido más conectado con nuestros recuerdos emocionales.
Comunicaciones telefónicas
En cada hogar usábamos diversos aparatos que eran imprescindibles en nuestra vida diaria como la radio, la televisión, el teléfono, etc...
Hoy día, que disponemos de teléfonos fijos, móviles, tablets, ordenadores y demás dispositivos que no acierto a recordar con exactitud, hoy día resulta realmente fácil contactar con alguien casi en cualquier parte del mundo. Cuestión de cobertura y tarifas al margen.
Pues precisamente a los que hoy día les resulta tan cómodo y sencillo, y necesitáis saber cómo se encuentra un familiar o un amigo al otro lado del Atlántico, o incluso a este mismo lado, seguramente os parecerá increíble que no hace tantos años, esa voluntad de querer saber cómo andan los demás siguiera siendo la misma, pero lo que ya no era igual era la dificultad que existía para poder tener una mínima noticia de alguien, salvo que nos lo hiciera saber por carta o por telegrama, caso este que más parecía la propuesta de paz del jefe de una tribu india, sobre todo cuando se decía: estoy bien – stop – padre qué tal – stop – iré pronto – stop – besos….
Y es que, tuviera uno o no tuviera teléfono, que esa era ya otra cuestión, llamar a alguien que viviera fuera de tu pueblo o de tu ciudad, y no digamos ya de España era una auténtica aventura.
Para empezar, no había comunicación directa, así que había que proceder al susodicho contacto telefónico solicitando a la operadora de la centralita de teléfonos de turno una conferencia, o sea, que tuviera la amabilidad (que no siempre era tal) de ponernos al habla con la persona que estaba al otro lado del teléfono y que nosotros previamente le habíamos demandado a la susodicha operadora.
El tema es que este sencillo proceso lo mismo podía durar 10 minutos que 2 horas. No había regla fija para que la llamada se produjera en un espacio concreto de tiempo.
Además, claro está, no era igual llamar desde Pozuelo a Madrid, que desde Madrid a Múnich que es dónde seguramente muchos españoles, como manchegos, catalanes o gallegos, luchaban por llevar una vida mejor, y donde ya casi habíamos perdido el eco de sus voces.
Necesariamente había que dejar pasar el tiempo, todos pegados al teléfono, esperando a que en cualquier momento este sonara y una voz femenina nos dijera eso de aquí tiene su conferencia con xxxxxx o con xxxxxx, o ...
Eso sí, la conversación además no podía ser muy larga porque por lo general costaba un riñón y los tiempos no andaban como para deshacerse ni de pesetas ni de riñones.
Para eso, con buen criterio, lo que se hacía era compartir gastos, lo que significaba que a veces, la conferencia la pagaba el que llamaba y otras se solicitaba a cobro revertido, o sea, que su coste lo abonara el que la recibía.
Bien, pues el teléfono era un aparato que todavía no tenían todas las casas y servía principalmente para dar recados. A veces venía algún vecino a pedir el favor de que le dejáramos hacer una llamada urgente. En mi casa se instaló el 1er teléfono en el aparador del salón y posteriormente se colgó de la pared del pasillo lejos de mi alcance.
Las contadas comunicaciones telefónicas que se hacían llegaban a los bares o las casas de comidas de las esquinas de los bloques de viviendas en los que, además de poder calentar la comida de medio día a cambio de consumir la bebida se podían recibir llamadas telefónicas.
Una de estas casas de comida era la ochava ubicada en la esquina de la calle Bustamante con el Paseo de las Delicias muy cerca de donde yo vivía.
En otras ocasiones, cuando se querían poner conferencias a familiares, se bajaba hasta la oficina más cercana de la Compañía Telefónica para pedir un aviso de conferencia de modo que quien fuese a recibir la llamada estuviera en la fecha y la hora concretada en la centralita del pueblo donde llamabas.
Más tarde, se hizo habitual comprar fichas en el bar de la esquina para hacer una llamada telefónica aunque cada vez fuera más común la existencia de aparatos de teléfono en las casas ya que funcionaban casi 90.000 teléfonos en la capital.
Había alrededor de 148.000 fichas de teléfonos públicos (éstas eran doradas y tenían hendiduras y flechas). También era habitual hacer las llamadas desde las cabinas de teléfonos que estaban instaladas en bastantes calles de las ciudades y pueblos de España.
En los teléfonos públicos de fichas se podía leer en una etiqueta que estaba en la parte superior del teléfono la norma de utilización del teléfono público.
¡¡Que catetos éramos!!