Río Manzanares
De vez en cuando, mis padres nos llevaban a bañarnos al río Manzanares ya que todavía no estaban hechas las piscinas actuales. Mi primer recuerdo es bañarme con un barco de plástico transparente tipo crucero de verano que se abría por la mitad ya que era dónde venia el café que compraba mi padre y a mi me servia de juguete para el agua.
Normalmente íbamos con algunos amigos o vecinos con lo que era fácil que sumáramos por lo menos 10 personas, allí aprendí a nadar, tampoco demasiado, más bien a mantenerme.
Era agotador, nunca dormía mejor por la noche que cuando volvía a casa destrozado por pasar el día entero en el agua. Nos bañábamos y comíamos en familia debajo de un árbol, dormíamos la siesta o jugábamos al balón (había que respetar las 3 horas de digestión que eran inviolables y a la vez interminables).
Aunque hoy resulte impensable bañarse en el río Manzanares a su paso por la ciudad, entonces si existía la costumbre entre los madrileños de ir al río a bañarse. Las riberas del río se llenaban de bañistas dispuestos a darse un refrescante remojón pues nadar lo que se dice nadar difícilmente se conseguía en un río con tan escaso caudal.
Baños en el puente de los franceses
La costumbre de bañarse en el río Manzanares es muy antigua. Luis Vélez de Guevara llegó a decir que el:
Río Manzanares se llama río porque se ríe de los que van a bañarse en él no teniendo agua.
Esta práctica estuvo muy arraigada entre los madrileños hasta los años 70. Se comprueba esta afición al baño en el que el río Manzanares jugó un papel fundamental en la vida de la ciudad, como elemento recreativo y de disfrute. La mayoría de estas fotos están localizadas en áreas no urbanizadas, como Puerta de Hierro y El Pardo, que los madrileños elegían en primera instancia por la mayor calidad de las aguas y la existencia de parajes naturales, idóneos para el esparcimiento.
Aunque también acudían bañistas a los tramos del río situados en el propio casco urbano.