Reyes Magos
Recuerdo con especial agrado cuando escribía con mis padres la Carta a los Reyes Magos en la que siempre les decíamos que nos habíamos portado muy bien, les pedíamos los juguetes con los que estabamos soñando durante todo el año como los Juegos Reunidos Geyper, la Ambulancia Payá, el Traje de Pistolero, las Muñecas de Famosa y las de Vicma.
Recuerdo la noche mágica del 5 de enero que dejábamos los zapatos en el comedor y nos acostábamos temprano a pesar de toda la excitación porque nos amenazaban con que si nos encontraban despiertos los Reyes Magos no nos dejarían más que carbón y a la mañana siguiente madrugábamos más que ningún otro día para ver lo que nos habían traído.
Afortunadamente escribir la carta a los Reyes Magos es una tradición que no se ha perdido, la ilusión es un sentimiento que jamás debe perderse, eso sí, en mi infancia de los 50-70 había que esperar la llegada de Sus Majestades de Oriente ya que Papá Noel todavía no había aterrizado sus Renos en los hogares españoles.
Lo más importante era que después de escribir la carta nos tocaba entregársela a nuestro Rey favorito por medio de su paje de turno ... o dependiendo de la agenda de Sus Majestades había que echarla al buzón en la calle...
Hoy en día Papá Noel le ha quitado protagonismo a los Reyes Magos pero yo sigo siendo fiel a estos tres magos de Oriente que según el Evangelio fueron siguiendo una estrella para ir a adorar al Niño Jesús que había nacido en Belén, estos tres personajes llamados Melchor, Gaspar y Baltasar nos hicieron vivir dias de ilusión cuando éramos niños así que cuando llegó Papá Noel ya eramos grandecitos.
Yo, como todos los niños, hubo un tiempo en que creía en los Reyes Magos y recuerdo como en mi casa me decían la noche del 5 de Enero que me tenía que acostar pronto porque los Reyes iban a venir. Dejaba un zapato en el balcón y la puerta medio abierta y por la mañana al despertar iba para ver el regalo que me había dejado mi rey Baltasar que era mi elegido para pedir el juguete.
La magia de los Reyes Magos era mucha magia, se organizaban estupendas Cabalgatas a las que acudíamos ilusionados intentando ver a nuestro Rey favorito entre toda la marabunta y de paso coger algún caramelo de los que la comitiva iba lanzando, a veces uno de los Reyes nos miraba directamente y nos saludaba... entonces se disipaban todas tus dudas, había sido bueno y esa noche tendría mis merecidos regalos... luego, de vuelta a casa, a la cama prontito que si los Reyes veían que estabas despierto no te dejaban nada como nos decían nuestros padres con una fingida seriedad.
Por supuesto no había que olvidarse de dejarles algo de leche y unas galletas para los Reyes y un poco de agua para los camellos que sin duda estarían sedientos por el largo viaje...
Y lo que son las cosas, con lo que a uno le costaba dormirse, una vez lo habías hecho... olvidabas completamente el asunto así que cuando despertabas por la mañana un pensamiento te asaltaba y corrías en pijama al lugar donde los Reyes solían dejar los regalos y... allí estaban. Junto con los cigarrillos, las monedas y las botellitas de champán de chocolate, el carbón por las picias que hubieras cometido durante el año y las piedrecitas y las aceitunas de caramelo... y los juguetes que habíamos visto por la tele y habíamos anhelado durante todo el año...
Lo siguiente era ir a despertar a tus padres juguetes en mano para enseñarles los que nos habían dejado sus Majestades cosa que siempre les sorprendía, por supuesto...
Aún recuerdo mis primeros patines y bicicleta, los patines han sido uno de los regalos preferidos por los niños y que era habitual incluir en la carta a los Reyes Magos, aquellos patines eran de hierro y se sujetaban a los pies con unas correas de cuero pero como cuando me los regalaron no sabia patinar empezé patinando solo con un patin que era lo habitual y cuando te habituabas y dominabas la situación pues ya te ponias los dos, pero claro, no era lo mismo y encima mi calle era cuesta abajo con lo cuál me llegué a pegar tortazos importantes hasta que los dominé.